El boom

Todo comenzó hace unos años con el boom gubernamental en pro de la energía solar. Desde el Gobierno Central y los Autonómicos invitaron a los ciudadanos de a pie a invertir en energías renovables ofreciéndoles todo tipo de garantías, subsidios, orientación técnica y la promesa de que sería una inversión segura. Muchísimas personas se sumaron a la iniciativa por diversas razones, la principal de ellas el ahorro prometido, pero también porque ser parte del cambio a favor de energías no contaminantes, era una forma real de aportar su granito de arena para revertir el cambio climático. El hecho es que los campos y las ciudades se vieron de pronto invadidos por aquellos “espejos” de cara al astro rey y que en una primera instancia parecían haber sido una estupenda inversión. Pero la alegría les iba a durar poco. Como es lógico los consumos disminuyeron y a las grandes empresas eléctricas que vieron mermados sus suculentos ingresos les dio una pataleta de las gordas y se fueron a quejar al gobierno que les palmeó la espalda, los consoló y le quitó el dulce a los de siempre: a la gente común y corriente. El Bang La consecuencia directa fue que los subsidios comenzaron a bajar, amparados en la tan mentada “crisis”. Antes ofrecían bonificaciones de hasta un 70% para invertir en instalaciones, equipamiento, cableado, etc. pero estos porcentajes terminaron siendo una quimera. Para colmo de males, hace un par de meses la empresa Tesla dio a conocer al mundo una noticia extraordinaria: habían logrado reducir los costos en la producción de los acumuladores, lo que significaba que ya no habría que volcar a la red el exceso de producción de energía solar, sino que podría “guardarse” para autoconsumo en horas nocturnas o sea “solarmente improductivas”. Traducido a euros en el bolsillo del inversor, el ahorro sería real pues implicaba el cese de la dependencia de las redes eléctricas. Ya no había que comprar electricidad para darse una ducha antes de dormir. De esta manera la compra de los acumuladores se amortizaría en tiempos razonables.

El Plop

Al “holding energético” por poco le da un infarto. Hubo reuniones, desayunos de trabajo, intercambios de ideas y planteamiento de quejas y soluciones y tan solo unos pocos días después del anuncio de la empresa norteamericana, el gobierno español se descolgó con una idea apoteósica: el “impuesto al sol” (en realidad se llama “peaje de respaldo”). El mundo entero se carcajeó ante la sola idea de cobrar por algo que se supone es “de todos”, pero los padres del impuesto, inmunes a las críticas destructivas, se dedicaron a maquillar el asunto, a tirar de eufemismos varios y a buscar la forma de cobrar de una u otra manera. Desde el momento en que presentaran el borrador, las críticas les llovieron de todas partes: de los consumidores, de los que estaban pensando serlo, de la Unión Europea que pretende que se fomente el Autoconsumo y el uso de las energías renovables, no que se los combata, de las asociaciones de autoconsumidores, de las ONGs que promueven la vida sana y la defensa del medio ambiente, de los partidos de la oposición y un largo etc.

El Crack

Sordos ante las voces en contra y los argumentos que defendían que cobrar por usar las redes cuando no se podía acceder al autoconsumo (en el caso de quienes tiene paneles fotovoltaicos, de noche) era una auténtica aberración y una estafa, terminaron aprobando en el Consejo de Ministros el llamado Decreto de Autoconsumo. Lo más triste del asunto es que como en el Decreto también se contempla la posibilidad de “comprar” el excedente a los que la producen, siempre y cuando se anoten como productores de energía y contraten potencias mayores a los 100 kW, el gobierno tiene la desvergüenza de insistir en que su ley lo único que pretende es fomentar el uso de las energías renovables. En un acto de extrema generosidad, si la potencia contratada es menor de 100 kw pero tienen excedentes de producción, a los usuarios se les permitirá volcarlo en las redes, pero no percibirán por ello ni las gracias. Tras la aprobación del decreto, el ministro Soria explicó que si no se usa la red no habrá que pagar nada, pero si alguien tiene necesidad de “engancharse” puntualmente, habrá de contribuir como cualquier hijo de vecino a pagar por los incentivos a las renovables, por el sistema eléctrico, por los gastos extra-peninsulares, por el déficit eléctrico acumulado y por los pagos por capacidad. Al parecer, quienes se las ingenian para tratar de ahorrar en el consumo, poniendo paneles solares y haciendo compras mínimas de electricidad, son casi criminales que usan las redes de forma egoísta, solo cuando les conviene, así que además de lo que pagan los consumidores normalmente, ellos deben abonar también el “peaje de respaldo”. Eso es fomento del autoconsumo y lo demás es tontería. Solamente se salvarían de todo este tinglado de cobros, aquellos cuya potencia contratada sea menor a 10 kw (parece que no gastan las redes) y los auto consumidores que se encuentren en las islas (porque ya los esquilman bastante con las tarifas desorbitadas que les cobran, aunque eso no lo dijo Soria). Parece un chiste y de muy mal gusto. Así contado no es extraño que la hilaridad arrecie en el resto del mundo. Pero esa es la triste realidad de nuestro país. Para fomentar el uso de la energía solar, te cobro un plus cada vez que necesites electricidad, te pago si quiero y como quiero si tienes excedentes y encima me auto proclamo defensor de las energías renovables y del autoconsumo.

Ver para creer.